Empecemos por quitar armaduras.
No hay necesidad de disfrazar, lo bueno no necesita más capas.
Ni idea de escribir, ni idea de tantas cosas...
Impostores que cambian de acera. Mientras otros en la búsqueda constante de encontrarse ahogan finales.
Y yo que ni más ni menos que ellos, llegue a pensar en coleccionar mechones de folclóricas Lesbianas, renunciando antes de empezar como tantas otras veces.
En esta ocasión porque nunca se me dio bien exhumar cadáveres.
Y así desechando ideas, descubrí precisamente en la cocina que es esta un buen lugar donde puedes aprender a conocerte.
Compartir contigo mismo el placer de disfrutar de las cosas bien hechas, sin prisas, sin pausas.
Adiestrando a los sentidos, plasmando lo vivido, como un pintor en un lienzo o un escritor en un libro…
Coger, poner, cortar, hacer…
Oler, pensar, sentir, comer…
Hay queda un Bacalao, patata, puerro y divina sencillez, sin más que lo que ves, vapor y un punto suave de sal.
Y a lo lento, aceite, cebolla, ajo y pimentón.
Y hoy descubriendo en mi cocina, que con el paso del tiempo, me muevo atraída hacia agujeros en el agua, maravillosas burbujas de agua caliente.
Y mientras, acordándome para olvidar.